Miquilena

El Nacional apela a dos calificativos extremos: “Murió Luis Miquilena, amado y odiado”. Algunos en efecto lo amaron. En el momento de su mayor gloria política fue amado por muchos y detestado por unos cuantos, y luego, cuando se acercaba ya a su ocaso definitivo, los que lo amaron ya no fueron tantos y sí muchos más los que lo odiaron.

Miquilena arrancó muy joven en la política, apenas a los 14 años se inscribió en el Partido Comunista. Pero, cosa curiosa, su gran momento de gloria política lo logró cuando ya tenía más de 80. Miquilena tuvo un recorrido accidentado en su carrera como político. Muchos años después de salir del Partido Comunista, se inscribe en el partido Unión Republicana Democrática, a principios de los 60, cuando comenzaba el proceso democrático del país. Esto luego de haber combatido contra la dictadura de Marcos Pérez Jiménez donde pagó con cárcel de varios años. Allí, en URD, establece amistad con José Vicente Rangel, y tiempo después, juntos, abandonan el partido. Miquilena no vuelve a militar en ningún partido y se mantiene siempre en la izquierda. Durante un tiempo es editor de el diario El Clarín. Pero pronto se retira de la actividad política para dedicarse al mundo empresarial. Su desempeño político es curioso y atípico porque desaparece por completo de la escena pública y solo aparece un buen día, treinta años después, nada menos como el mentor de Hugo Chávez.

Éste, tras haber sido puesto en libertad por el presidente Rafael Caldera, se uniforma con un extraño liquiliqui verde, se va La Habana donde Fidel Castro lo recibe como si fuese un jefe de estado, y empieza a apadrinarlo de manera creciente. El Hugo Chávez que sale de la cárcel es un radical de la ultra izquierda que milita en el abstencionismo. No creía para nada en las formulas políticas de la burguesía convencional, según su léxico izquierdista. Pero es Luis Miquilena quien le convence de cambiar la estrategia. Le indica que hay que fundar un partido político -en este caso el MVR que sería la derivación del Movimiento Bolivariano 200-, y le persuade para ir a un proceso electoral. Allí cambio la historia. Hizo de Hugo Chávez no aquel radical ultraizquierdista furibundo, sino un hombre guachamarón, simpático, que empezó a seducir no solo a las clases populares, sino también a las clases medias y a no pocos sectores del empresariado nacional y de las clases altas. Porque en aquel momento de ceguera y encandilamiento a finales de los años 90, a Hugo Chávez lo querían demasiados venezolanos. Y eso fue gracias a la habilidad y el tino político de Miquilena.

Muchos años después le declaró a Leonardo Padrón en su libro “Los Imposibles”, que Chávez era un farsante y que cuando lo apoyó creía en él. Pero lamentó mucho no haberlo conocido realmente. Lo cierto es que cuando ocurren los sucesos del 2002, Miquilena rompe definitivamente con Chávez. Y a partir de ese momento queda aislado por completo. Trató de influir en el lado opositor, pero nunca pudo lograr que los antichavistas de siempre le vieran con simpatía, le creyeran. Por eso, decía, el titular de El Nacional es exacto: “Murió Luis Miquilena, amado y odiado” Falleció a los 97 años. Y dice El Nacional: “Murió por causas naturales”. En realidad, a los 97 años las causas suelen ser 97 años.

Lo recuerdo amable, afable siempre, y con un inmenso puro muy cubano en la boca. Su legado, curiosamente, fue breve, a pesar de una longevidad tan extraordinaria, una hazaña biológica como lo llamaría Uslar Pietri. Ese legado será analizado en el porvenir, cuando ya poco quede de su verdadera obra, el chavismo.

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