Negociar es un arte. Un arte difícil, dicen. Para negociar hay que saber muy bien lo que se está buscando, y con qué elementos contamos para negociar con el contrario. Dos personas que van a negociar se sientan en una mesa, y la negociación, por supuesto, es un diálogo. Yo busco esto, propongo esto, estoy dispuesto a ceder en esto, y, a cambio, espero del contrario algunos beneficios, algunas condiciones. Así, poco a poco, se va avanzando en la negociación, dame esto te doy lo otro. Para resumirlo criollamente, en una mesa de negociación la cosa es dando y dando. Cuando el gobierno y la oposición reunida en la MUD se sientan en la mesa de diálogo lo hacen para negociar. Los dos entienden que hay necesidad de llegar a acuerdos puntuales sobre ciertos temas importantes. Si no, no se sentarían. Si el gobierno se sienta en una mesa con la MUD es porque, en primer lugar, la reconoce. Reconoce que hay una oposición y reconoce que hay una crisis en el país que hay que enfrentar y resolver. Lo propio habría que decir de la MUD, que haya sentado al gobierno en una mesa de negociación es un éxito. ¿Pero qué es lo que se está negociando? Ahí está el detalle.
Se ha insistido en que el punto fundamental es la salida electoral. Se entiende, la salida civilizada, constitucional, pacífica de Nicolás Maduro y su gobierno. Es lo que esta de bulto para todos los venezolanos y todos los extranjeros que están preocupados por lo que está ocurriendo en nuestro país.
El problema está cuando de la mesa se levantan y la circunstancia electoral no se menciona para nada. A lo mejor los negociadores de la oposición no supieron explicar los objetivos antes de sentarse en la mesa, porque, sin duda, no lo han sabido explicar después de levantarse. El manejo de las expectativas ha sido confuso y frustrante. Porque, además, es importante observar que ellos están allí a nombre de una coalición llamada MUD, que, a su vez, representa los intereses de los venezolanos que adversan al régimen. He allí el problema. Ese dando y dando no se ve, no se explica y menos se entiende.
Chúo Torrealba había dicho que entre la primera reunión y la del 11 había una tregua, y que de ella se esperaban algunos beneficios, entre otros la liberación de presos políticos. Que muchos han dicho -y con razón- más parece la liberación de rehenes secuestrados por las FARC. Ahora más que presos políticos son rehenes secuestrados que el régimen libera según su antojo y capricho. Pero los que han salido ni siquiera son libres del todo; la libertad es condicionada y vergonzosa.
Luego de la reunión del 11, lo que Carlos Ocariz define como victoria tiene que defenderlo como derrota ante el país opositor que sigue a la MUD. Y queda un sentimiento de frustración tan generalizado que hasta el propio Cardenal Urosa lo ha condenado. En esa tregua se suspendieron tanto el juicio político al presidente como la supuesta marcha que iría a Miraflores. Al termino de la reunión, los voceros opositores declararon que retomarían tanto el juicio polícito como la calle. Pero hoy el régimen les dice, a través del Tribunal Supremo de Justicia, ni lo uno ni lo otro. Ni pueden hacer el juicio político en la Asamblea Nacional, ni pueden convocar a actos de calle y mucho menos difundirlos. Tal Cual: “TSJ prohíbe realizar y difundir “actos que alteren el orden público”. El comunicado insta a los medios de comunicación a no difundir mensajes de opiniones ni convocaciones que “afecten la paz de la República”. ¿Es que acaso un programa como este afecta la paz de la república? ¿Que usted informe que hay una marcha convocada para tal sitio y por tal motivo afecta la paz de la república? Es decir, el dando y dando no existe. Y Nicolás Maduro se ufana y dice, “la cosas están ya en su justo lugar”.
Por si fuera poco, renunciaron o pidieron su desincorporación los diputados de Amazonas. Que, aparentemente, era uno de los acuerdos; aunque todavía cuesta un poco entender el como. El titular de 2001, con muy fina ironía, da pena: “La oposición se queda sin arco ni flecha” Por aquello de los diputados indígenas de Amazonas. Y a todas estas que no se nos olvide, la Conferencia Episcopal Venezolana insiste: “Si fracasa el diálogo aquí viene una guerra civil”. Por si a alguien le importa.