Mi tío es veterinario. Es cariñoso con sus pacientes y conmigo también, pero nunca imaginé que en su consultorio, decorado con huellas de gatos y perros, estaría mi única alternativa para un tratamiento médico.
Son casi 7 años despertándome a las cuatro y media de la mañana y no me acostumbro, pero ayer, al despertar, algo no estaba bien. Después de los 3 snooze que se necesitan para dejar la cama llegué al baño con uno de mis ojos todavía cerrado. ¡Uno nunca se acostumbra a madrugar!, pensé. Proseguí con la rutina: me froté la cara, me bañé y me cepillé los dientes ante un espejo empañado. Lo limpié con la mano, acerqué la cara y comencé a hacer muecas. Comprobé que la mitad del rostro no respondía. No reconocía mis gestos, ni mis expresiones. Me asusté mucho.
Puede parecer exagerado pero siendo hija de médico y un poco hipocondríaca, pensé que me estaba dando un ACV -mi papá murió a causa de uno con sólo 37 años y yo recién estoy entrando en esa década-. Apuré la rutina, me vestí y montada en el carro tomé unos minutos para pensar cómo decirle a mi mamá lo que presagiaba era una terrible noticia. El teléfono repicó varias veces. Estaba dormida y la desperté.
-Hola mami… ¿Cómo estás?… ¿descansaste?…. miiiira…. Sabes que… esta mañana amanecí con la mitad de la cara paralizada y creo que tengo un ACV…
De entrada despejó mis angustias. No tenía un ACV.
Tengo lo que en el llano conocen como un pasmo, solo que ni planché, ni abrí la nevera. Una parálisis facial periférica fue el diagnóstico que horas después hizo el neurólogo. Con paciencia me explicó lo que me pasaba y lo que debía hacer. Muchos lo atribuyen al estrés, pero no hay una causa específica. Pasa con frecuencia y en la mayoría de los casos se quita por completo. Me tranquilizó.
Fisioterapia, lágrimas artificiales, complejo de vitamina B y 5 días de prednisona (esteroides) fueron sus indicaciones. Me advirtió que es muy difícil conseguir prednisona y que podía tomar la de uso veterinario. Sabía que eso estaba ocurriendo, que muchos pacientes la tomaban por la escasez de medicamentos que vivimos desde hace meses y que desde el poder niegan repetidamente y con asombrosa naturalidad.
Pese a ello recorrí farmacias. Las grandes y las pequeñas, las de cadena y las independientes, pero sin fortuna. Apelé a las aplicaciones creadas para rastrear medicamentos y tampoco hubo suerte. Los rostros de Milos Alcalay y Juan Alfonso Baptista “el gato” venían a mi mente. Al menos con el segundo evoqué los suspiros que me causó, con todo y parálisis facial, cuando participó en la serie de televisión “A todo corazón”.
Quedaba la opción de la presentación de uso veterinario. Contrariada llegué a una tienda especializada en productos para mascotas. En una cartelera me enteré que Arkham, un Dálmata muy guapo, busca novia, y que a Perlita, una gata dócil, esterilizada y vacunada, le buscan un hogar amoroso y responsable. Un señor preguntó por el mismo medicamento que yo necesitaba. No había. El señor venía de Maracay y lo buscaba para su suegra. La dependiente nos explicó que estaba agotado y que mayormente lo estaban vendiendo para uso humano y no para mascotas. Le deseé suerte al señor y una media sonrisa, que me permitió la parálisis. ¡Lamento no haber tomado su teléfono!
Ahí fue cuando pensé en mi tío, el veterinario. En su consultorio sólo estaban 2 de las 5 pastillas que debo tomar. Al menos, pude comenzar el tratamiento. Creo que voy a estar bien, pero hay gente que no.
No dejo de pensar en los relatos de Francisco Valencia, el presidente de Codevida. Él, como todos los trasplantados, toma prednisona. Lo hacen para proteger el órgano que han recibido y los mantiene con vida. La última vez que conversamos dijo que sólo tenía tratamiento para 5 días y no sabía qué pasaría después. Me impactó su testimonio, pero confieso que no lo había entendido por completo hasta ayer.
Lamento que miles de pacientes anónimos pasen por esto y sufran situaciones aún peores. Ni siguiera la idea de que los responsables de la tragedia que vivimos puedan despertarse un día cualquiera con una parálisis facial y se vean obligados a buscar la solución entre bozales y matapulgas, sirve de consuelo.