Por: Antonio Pasquali
Entes incomunicados no pueden formar estructuras sociales; el advenimiento del convivir requiere una fundadora capacidad de comunicarse; incomunicar es de-socializar y des-humanizar. Corolario: modos del comunicar y formas del convivir son interdependientes: al alterar uno de los factores se altera el otro. Intervenciones en códigos, contenidos, canales y soportes del libre comunicar, no legitimadas y consensuadas por contrato social, generan manipulación, avasallamiento o esclavización.
La Comunicación es Moral y es Política en prístino sentido. Ella vehicula mi trato con el prójimo, afectuoso, dialogal o imperativo, y fecunda, persuade o subyuga la polis, el estar-con-los-otros; un poder, este, que es imperativo imbuir de justicia distributiva para asegurarse un vigoroso pluralismo que inmunice de supercherías. Ahí donde prevalecen amos confiscadores del comunicar, la libertad plural puede quedar aniquilada por déspotas que terminan hegemonizando el decir y el hacer.
Hablamos de “comunicación” en sentido lato, el que incluye “transportes”. La transportación de personas o bienes materiales y de inmateriales mensajes son funciones gemelas de un mismo relacionamiento inter-humano. Mucha normativa actual sobre uso de cables, microondas y fibra óptica (como el mustcarry), copia fundamentales criterios decimonónicos establecidos para Suez, Corinto y Panamá.
Induciendo la ruina de medios de transporte inaprovechables en su óptica populista y de comunicación insumisos a sus afanes de poder, las dictaduras chavistas han deliberadamente des-comunicado y de-socializado el país, retrocediéndolo a una suerte de homo homini lupus. Guardar memoria de sus violaciones constitucionales y brutales abusos de posición dominante en ese campo nos permitirá inmunizarnos mañana contra restauraciones y recaídas, y consolidar una libre y plural comunicación en una democracia nueva.
Hagamos votos por que la investigación nacional analice con rigor la degradación de Transportes y Comunicaciones perseguida por las dictaduras chavistas, acentuando pedagógicamente la relación causal entre manipuleo de funciones creadoras de sociabilidad y proyecto político hegemónico-militarista. Lo que sigue, aquí y en próximas entregas, es una presentación muy somera del problema.
Comencemos con el transporte aéreo: en 1920 Gómez crea la Aviación Militar y en 1933 Aeropostal. En 1976, la pujante Venezuela es uno de los tres destinos (con Bahréin y Brasil) escogido para vuelos regulares del supersónico Concorde. El país llega a disponer de un vector de capital mixto, Viasa, clasificado en los ochenta entre las 12 mejores líneas aéreas de la tierra; poseía el único simulador de vuelo instalado en Latinoamérica y volaba a 44 capitales y metrópolis del mundo (se estragó por mala administración en la etapa del liberalismo salvaje). Lejos de rescatarla, el chavismo creó otra línea (hoy fuera de la IATA y vetada en algunos países, con apenas cinco destinos internacionales), básicamente para asegurar sus contactos con Cuba, Irán y Siria.
Desinterés oficial, incompetencia, preferencia por la aviación militar y falta de divisas nos han conducido al borde del desastre. El país civil se ha quedado con 63 aviones activos y 55 inactivos o canibalizados (una de sus líneas dispone de 2 activos y 9 inactivos). Al tener una edad promedio de treinta años, forman hoy la flota civil más vetusta y sobre-explotada de Latinoamérica (5 vuelos diarios por avión); una situación, aseguran los profesionales, de alerta amarilla. (La sola Avianca vuela 140 aviones en su mayoría nuevos y Latam, 250, más 115 en adquisición). Esas carencias han significado la transferencia a líneas extranjeras de la mejor parte del negocio. Pero once compañías internacionales, con millardos de dólares retenidos por el gobierno, han abandonado parcial o totalmente el país, y eso nos ha incomunicado aún más. La aviación civil crece mundialmente 5% anual; nuestras dictaduras lograron convertirla en instrumento de aislacionismo e incomunicación.
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