Cacharras millonarias

Publicado en El País

 A finales de 1990 fui por última vez a La Habana. Caminábamos Floralicia y yo por una de las calles de El Vedado, cuando, de repente, me llamó la atención un chasis de un Chevrolet de principios de los años 50, completamente vacío dejado en medio de la acera. El chasis no tenía nada, era sólo un cascarón con la pintura descascarada a la vez. Pero lo que llamó la atención fue el letrero sobre lo sería el parabrisas: “No se vende”. El impacto fue inmediato me impacto, Me pregunté, ¿a qué nivel de miseria ha llevado esta revolución a los cubanos que una carcacha como esta es un bien para venderse? A alguien le advierten que no, que el dueño no lo piensa vender. Pues bien, los cubanos se hicieron famosos por mantener rodando esas carcachas de los años 40 y 50.

  Papá, cuando fue embajador en La Habana, me comentó: los mecánicos cubanos son los mejores mecánicos del mundo. Se las arreglaban como sea para poner a rodar esos viejos Dodge, Ford, Chevrolet, Plymouth, Packard, en fin. Hay un detalle interesante, y es que estos vehículos, que en Cuba llaman “almendrones” -quizá porque parezcan almendras gigantes- han pasado a ser ícono de la revolución cubana. Porque si bien en un momento fueron sinónimo de atraso y pobreza, vergüenza y decadencia, ahora que la isla se abre de nuevo al mundo, especialmente a los Estados Unidos, estos almendrones, estas carcachas, han pasado a ser todo un estatus de prestigio y de cubanía.

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  Se estima que hay unos 75 mil de estos almendrones rodando por las calles, básicamente de La Habana y Santiago. Y tienen todo de “envenenamiento” para poder seguir rodando. Se las han arreglado, por ejemplo, para convertir el motor de un tractor soviético en motor de automóvil. O, más extremo aún, motores de refrigeradores de neveras que terminan rodando. Todo esto según una reseña de Gonzalo de Martorel, publicada en El País de Madrid.

  Estos automóviles, hoy por hoy, cuando regresa el turismo gringo, le pueden dar a usted un paseo por La Habana por 25 dólares la hora. Son los automóviles donde los turistas se hacen todas las fotos.

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  Pero lo más insólito es esto. Esos automóviles quedaron en La Habana comunista como recuerdo de la bonanza capitalista de antaño. Y eran vistos, digamos desde Miami, con desdén, pena, sorna, burla, en fin. Pero ahora, la situación ha cambiado tanto que se está hablando de importar estos almendrones desde Cuba hasta Miami para exhibirlos, tenerlos y pasearlos. Un almendrón de estos en Miami ahora puede valer, literalmente, fortunas.

  Las vueltas que rueda el mundo.

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