Maduro y los traidores

  Ayer Maduro dio una rueda de prensa ante corresponsales extranjeros (siguiendo la tónica de su antecesor Hugo Chávez, él no le declara a los venezolanos). La razón fundamental de esa rueda de prensa, que a la larga resultó decepcionante, fue advertir que era víctima de una especie de cayapa mundial, algo así como el bullying planetario al que había aludido Delcy Rodríguez; y, luego de quejarse largamente de la prensa española, a la que acusó nada menos que de estar preparando una invasión, se refirió al estado de excepción. Eso sí, antes advirtió que no iba hablar de la situación económica porque él, argumentó, hablaba de eso todos los días. Le sacó el cuerpo, pues, a lo realmente importante.

  ¿Por qué decimos que es lo realmente importante? Porque más allá de las cosas que haya podido decir Maduro en su cadena de ayer, hoy la prensa trae noticias como estas. Cito nada más y nada menos que El Universal: “Caraqueños sustituyen almuerzos y cenas por meriendas. Escasez y alto costo de los alimentos han llevado a reemplazar las comidas”. El Nacional: “El gobierno emplea control alimentario como arma de control político. Dice la nutricionista Susana Raffali: “La insuficiencia nutricional se ha instalado lentamente y es ya irreparable para la población infantil.” Efecto Cocuyo: “¡Queremos comida! ¡Queremos comida! gritaban en Guarenas durante los disturbios”. En El Pitazo.com: “Perdigones en el primer día del plan piloto para adquirir alimentos en el Hiper Líder de San Diego”

  ¿De qué hablan estos titulares? De un país que está pasando hambre, de un país desesperado por encontrar alimentos. Esa es la realidad que elude el presidente de la república.

  ¿Qué dijo entonces Maduro el día de ayer?

  “Un avión de los Estados Unidos ingresó dos veces al espacio aéreo venezolano”. Y mostró una foto del modelo de avión. Pero, si usted tiene las pruebas, ¿qué está esperando para suspender las relaciones con los Estados Unidos? ¿Qué tal la declaración de guerra, señor presidente? Eso es gravísimo. El enemigo ha osado entrar, ha violado nuestro espacio aéreo.

  ¿Qué más dijo? Por ejemplo, no se ahorró amenazas: “Por cada firma falsificada demanda garantizada”. ¡No van a haber abogados suficientes en el país! Dice, además: “La Asamblea Nacional perdió vigencia, es cuestión de tiempo para que desaparezca”. No hable en esos términos, presidente, porque esas palabras pueden resultar un boomerang que termine rebotándole de manera dura, lapidaria e irreversible.

  Pero quizá lo más importante de todo lo que habló ayer Maduro estuvo en la frase al final. La pronunció con el gesto un tanto desencajado; lucía mofletudo, con los ojos enrojecidos, como si ya no durmiese como un niño: “No es tiempo de traiciones ni de traidores, es tiempo de lealtad”. Evidentemente esto no tiene de destinatario en la oposición. Esta es una frase para los suyos. Es un mensaje angustiado, importante. ¿Tan grave es la situación interna, presidente, que usted tiene que, en cadena nacional, cerrar su intervención haciéndole un llamado a los traidores? ¿Tantos son? ¿Tan importantes son? ¿Tanto lo atormentan?

   Quizá la cadena fue solo para decir esto.

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