Hiperestatismo – Soledad Morillo Belloso

Por: Soledad Morillo

Uno no sabe bien si es pura paranoia o si es un asunto demk9HMijk_400x400 mitomanía. O ambas. O una tercera: la voz del fascismo. Si hay una guerra económica, un gobierno que ha controlado todo por más de tres lustros, pues entonces rompe con aquella aseveración de la creación de la mayor felicidad posible a partir de un estado fuerte. De poderoso, entonces, nadita de nada. No hay sector de la economía en el que el estado no tenga metidas las garras y fauces y, en algunos casos, el control absoluto. Desde el café hasta el cemento. Lo que comemos y usamos, todo lo que necesitamos para vivir, producir, comerciar, hacer. Hoy tenemos un país que nada produce y ya no tiene real para importar. Es, en definitiva, el gobierno más sifrino de toda nuestra historia. Ni siquiera superado por el de Guzmán Blanco.
Lo que no se acaba de comprender es cuál es el argumento de suficiente peso para defender la estatizacion de ya más de 1000 empresas de todo color, olor, sabor, especie, tamaño y área. Todo para acabar sumergiendo a la ciudadanía en una pelazón de proporciones acromegálicas. Y digo pelazón porque ya esto no es escasez o merma en la oferta. Ya no es entropía; es colapso. El No Hay se convirtió en una epidemia.  No quiera su mala fortuna que usted se enferme y requiera medicamentos porque caerá en un via crucis de horror, un peregrinar por todas las farmacias para ver si consigue el medicamento o un sustituto.
Entre esas más de mil empresas estatizadas, no hay una que funcione. No se me diga que Cantv es una joya pues el servicio se ha deteriorado sin disimulo y hoy tenemos el peor internet en el continente. Y qué decir del servicio eléctrico. De llorar y no parar.  Como al gobierno no le hace gracia la competitividad, pues ahora se ha impuesto la mono marca. La hiperestatización se convirtió en la peste negra de la economía venezolana. Generó inflación, recesión, destrucción de empleo de calidad, daño de la planta industrial. Hizo papilla la capacidad de exportación, ya no sólo de productos no petroleros, sino que este modelo además hizo de PDVSA una empresa de baja categoría y endeudada hasta los tuétanos. Él hiperestatismo hace que usted se coma y consuma lo que al gobierno le da la gana, genera una corrupción nauseabunda y espanta la inversión nacional e internacional. Claro, la hiperestatización hace que ese capitalismo de estado como modelo despelleje al consumidor, al cual recalifican como “usuario”, porque si lo trataren como cliente o consumidor, eso supondría un alto nivel de respeto, so riesgo de perderlo ante la competencia.
En este modelo, el Estado decide e impone todo. Los precios, los costos, los salarios, los empleos. Los días feriados, las fiestas patrias; hasta la hora. Impone, además, las verdades, es decir las mentiras. El clientelismo y las tapaderas se ponen a valer. Y nada se audita. Todo es opaco y oscuro. Dice el gobierno que hay más 3 millones de pensionados. ¿Quién da certificación de ello? ¿El mismo que da la cifra? Por Dios, hasta el Óscar tiene a Price Waterhouse para garantizar que lo que se otorga es el producto de la votación real de los miembros de la Academia. Yo, una simple ciudadana, llevo 5 años esperando la jubilación y mi marido más años. Segura estoy que no somos excepción.
Yo creo en la salud y educación socializadas. No estatizadas. Creo que las responsabilidades del estado son claras: seguridad, protección civil, defensa, control monetario, justicia, tributos. Todo eso lo hace mal el estado venezolano. Todo lo demás lo puede hacer la sociedad y con altos grados de eficiencia, efectividad y eficacia. El estatismo procaz ha convertido a Venezuela en un pobre país y a la sociedad venezolana en un protoplasma viscoso. Y la gente se pregunta: ¿cuándo le cortamos la cabeza a la culebra?
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