Ni lo uno ni lo otro – Soledad Morillo Belloso

Por: Soledad Morillo

El país se cae a pedazos y las colas se convierten en tortura inútil,mk9HMijk_400x400 pues nada hay ya que comprar. Los bolsillos de la gente del común están perforados por una inflación que va rauda y veloz hacia hiperinflación. Escasea el agua, el fluido eléctrico, el gas, la comida, los medicamentos, los repuestos, los cauchos, las baterías, los insumos industriales. El “no hay” es la respuesta que recibe el consumidor doquiera que va. El sistema de salud está gravemente enfermo. Las epidemias nos comen vivos. Las morgues se atiborran de víctimas de la inseguridad. Los policías caen como moscas. Los cementerios no se dan abasto. Algunos sectores, convenientemente controlados por el gobierno, reciben aumentos salariales que usted y yo ni soñaríamos en obtener. Los enchufados siguen chupando como sanguijuelas. El narcotráfico aumenta operaciones y se infiltra a todo nivel.

Esas desgracias y otras pasan. Mientras, el oficialismo, con ayuda de otros poderes públicos, se dedica a sabotear a la nueva AN, elegida por un pueblo que votó y gritó por un cambio.

Por deformación profesional, me calo todas las alocuciones gubernamentales y todos esos horripilantes programas que transmiten los canales sometidos al yugo oficialista en los que sus anclas no obsequian su procacidad y desprecio. Si uno se fija en el guión de esas teleculebras, entiende cuán poco ha comprendido el aparato rojo rojito lo que pasó el 6D y, menos, las penurias que padece el pueblo multicolor. La bajada de los retratos mal puestos en el Palacio Legislativo generó en los liderazgos carmesíes un (fingido) ataque de caspa, aunque a la gente del común le pareció un asunto intrascendente. Una más de tantas babosadas con patas. Podemos discutir horas, escribir gruesos tomos sobre la violación a las normas del manejo del patrimonio nacional que supuso tapizar el Palacio Legislativo con más de 120 imágenes para hacer de ese espacio una suerte de templo a un culto, con características de secta. Nada de eso es importante en un país que ya no está al borde de un barranco, sino que cae estrepitosamente por él.

Los liderazgos oficialistas se han propuesto obstaculizar la labor legislativa. El miedo es libre. No puede importarles menos el país. Total, ya lo exprimieron. ¿Duermen cual bebés? No lo creo. Los índices crecientes de pobreza los acechan. Venezuela está rota. Y quebrada. Y ellos la lanzaron por el precipicio, hacia los infiernos.

Conozco bien a muchos de los legisladores de la bancada de la mayoría. Les abunda la inteligencia, la formación y la astucia. No son cogidos a lazo y de gafos no tienen un pelo. Sabrán lidiar con trucos de bucaneros como el uso de sentencias procaces cuyo único fin es paralizar al Legislativo Nacional, para que el oficialismo siga desbaratando y eludiendo su responsabilidad en este caótico estado de cosas. La distracción es santo y seña. El gobierno se defiende pero no mueve un dedo para solucionar los dramas que acucian a la población. El oficialismo sólo usa su hojilla mellada, que ni pasa ni repasa.

Huelga resaltar que aquí no habrá guerra civil. Para tal barbaridad, el oficialismo precisaría de algo que carece: sólido piso político popular. Tendrá armas pero no se puede hacer una guerra sin argumentos y con un pueblo aburrido de tanta consigna barata que ni moja ni empapa.

La cosa política arde. Ello no sería problema para el oficialismo si Venezuela no navegara en la más precaria situación económica. El populismo requiere dos cosas para triunfar: un líder cautivante y un montón de plata. No tienen ni lo uno ni lo otro. De allí esta torpe t desesperada estrategia de leguleyos baratos. Esa estrategia proseguirá. Es paralelo de perdedores. Hay que enfrentarla y también esquivar las bombas quiebra patas. Seguir la agenda. Es por allí el camino.

Soledadmorillobelloso@gmail.com
@solmorillob

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