Por: Sergio Dahbar
Ya escribió Homero que “el genio se descubre en la fortuna adversa’’. En días pasados estuve cerca de una épica singular, de las que muchos venezolanos apenas se han enterado. Ocurrió en el Hay Festival 2015, en Cartagena de Indias, que comenzó el 29 de enero y terminó el 1 de febrero pasado. Esta celebración de las ideas y la conversación cumplía 10 años de haber desembarcado en una de las ciudades coloniales más bellas de América Latina.
Como ocurre desde 2006, el corazón amurallado de la costa colombianase alegró con la llegada de escritores, filósofos, músicos, cineastas, historiadores, poetas, entre muchos artistas y visitantes de todas partes. En diferentes escenarios, se sucedieron charlas, entrevistas y fiestas…
En el décimo aniversario del Hay Festival Cartagena, la participación venezolana, integrada por Menena y Alfredo Cottin, Moisés Naim, César Miguel Rondón y Orlando Méndez, contó también con un concierto de la Orquesta Latino Caribeña Simón Bolívar, agrupación del Sistema de Orquestas de Venezuela. Se presentaron el viernes 30 de enero a las 9 de la noche, en la Plaza de la Aduana, gracias a la invitación del Hay Festival y del apoyo de Banesco.
Antes mencioné a Homero y la épica. Este conjunto, integrado por 44 músicos, técnicos y apoyo logístico, viajaron desde Caracas hasta Maracaibo, para montarse en un autobús que los llevó a Cartagena en 17 horas. Se dice fácil, pero hay que rodar.
Un trayecto y un lapso de tiempo que ofrecía todo lo necesario para filmar un road movie sobre la perseverancia de unos artistas que viajaron por la guajira, Santa Marta, Barranquilla y Cartagena para mostrar el arte y la intensidad de su propuesta musical. Llegaron agotados, sin fuerzas, a descanzar para poder cumplir con el programa.
Para muchos lectores tal vez la Orquesta Caribeña Simón Bolívar sea conocida, pero cabe recordar que está integrada por jóvenes estudiantes del Conservatorio de Música Simón Bolívar y por integrantes de otras orquestas de El Sistema. Su repertorio integra arreglos propios, sobre piezas de Juan Luis Guerra, Benny Moré, Tom Jobin, Chico Buarque, Patricio Díaz, Simón Díaz, Eddie Palmieri, Fito Páez, y de su propio director musical, el maestro Alberto Vergara.
El azar quiso que la noche del viernes 30 de enero el maestro de ceremoniasdel concierto fuera un hombre conocido para la orquesta, César Miguel Rondón, autor del mítico El libro de la salsa, quien los acompañó con palabras que abrían cada uno de sus segmentos musicales.El mismo Rondón participaría días después en una de las charlas del Hay Festival, sobre La Salsa y el Caribe, con Marío Jursic, director de la revista El Malpensante. La agrupación ha sido celebrada entre otros músicos por el panameño Rubén Blades, con quien compartieron escenario en el pasado.
Todos y cada uno de los músicos fue importante la noche de ese viernes en Cartagena:hicieron el mejor trabajo posible y establecieron una conexión particular con el público.Pero debo destacar la ejecución del director musical, Alberto Vergara, cuya presencia fue magnética.
Me cuesta encontrar las palabras para narrar su entrega vital, su mutación en una suerte de resorte humano, capaz de expresar con el cuerpo la intensidad que le pedía a su orquesta yla pasión de sus arreglos.
Vergara y su orquesta pusieron a bailar a Cartagena y para mucha gente el momento fue mágico e irrepetible. Nadie quería que finalizara. No sé si cada uno de los músicos lo supo, ni siquiera si Vergara lo pudo percibir. Pero allí se convirtieron en leyenda para un público que los oía por primera vez. Todos nos sentimos orgullosos.