Por: Carlos Raúl Hernández
Los expertos esperan que la presidenta logre ampliar el superávit a 1% en 2015
Como ministro del gabinete de Itamar Franco, Fernando H. Cardoso implantó en 1993 el Plan Real, un programa de estabilización macroeconómica que bajó la inflación de 5.000% a 1.000%. Ya como presidente, la lleva al final a 2.5% en 1998, y arranca así el flujo de inversiones extranjeras en Brasil (elpais.com/diario/2002/10… ). El gobierno de Lula da Silva mantuvo este programa, igual que Dilma Rou-sseff. Pero a partir de 2012 el modelo económico comenzó a exteriorizar síntomas de agotamiento que obligaban a avanzar en lo que los economistas llaman reformas de segunda generación. Los beneficios de lo logrado colocaron a 40 millones de personas en las clases medias con capacidad de consumo moderno, que reclaman acceso a mejores servicios, educación, electricidad, viviendas, acueductos, esparcimiento. Atender esta demanda requiere inversiones que multipliquen la generación de excedentes para el bienestar.
Pero la carencia de reformas que enfrenten los obstáculos, aleja los capitales internacionales, cuya entrada cayó en 3.5%, crecimiento cero del PTB, e inflación en ascenso (6.5%) (FMI y BID, 2014). El mal que afecta la economía es el de siempre: la protección a la industria impide que se haga competitiva, y el peso de descomedidos impuestos sobre los ciudadanos, mata el ahorro y la inversión. La corrupción masiva del Estado petista representa una monumental carga que despilfarra recursos necesarios para satisfacer las demandas de una vida mejor e hizo descender la confianza de los empresarios. El próximo gobierno de Rousseff tiene planteadas por lo menos tres grandes tareas para que Brasil deje de ser un gigante tullido: abrir las fronteras económicas y que así la competencia permita a la industria nacional acceder a tecnologías de punta provenientes de los países altamente desarrollados.
Un partido corrupto
Otra es impulsar la reforma del Estado que cierre la sangría de miles de miles de millones en los vericuetos corruptos de la administración y que debieran dirigirse a la creación de infraestructura. Y una reforma fiscal que resuelva el círculo canalla de una enorme carga impositiva para que los ciudadanos financien con sus sacrificios bancos y empresas quebradas y despilfarradoras del sector público. Pero el ascenso de Aecio Neves y las tribulaciones de Rousseff indican que, con razón, el PT está herido en la confianza de la gente y se duda que tenga la voluntad de superar sus propias aberraciones. Su triunfo electoral fue un final de fotografía 51.6% contra 48.4% lo que revela que la mitad de los brasileros no confían en ella. Por los costos de la política económica que deberá emprender, parece que está condenada a gobernar con mayoría parlamentaria pero minoría popular hasta tanto los efectos de sus medidas recuperen la calidad de vida de la gente.
Hay un consenso amplio entre los economistas sobre la necesidad de que el nuevo gobierno de Rousseff debe hacer un gran esfuerzo para superar los entrabamientos estructurales que amenazan los avances obtenidos por el país en los últimos 20 años. Gracias a sus primeras declaraciones y al equipo económico designado, la presidenta logró paliar la ola de escepticismo sobre su futura gestión, francamente negativa entre los factores económicos, que apoyaron masivamente a Neves en la contienda. Podría decirse que ha recuperado una credibilidad moderada por haber afirmado y demostrado con los nombramientos que hará una política de estabilización y ajuste de la economía. Las dudas en este momento consisten en cuál será la profundidad de las medidas pues algunos piensan que por diversas razones ideológicas o políticas, podría tratarse de un plan de medio pelo, que no resolverá los nudos y que más bien diferirá su solución y seguirá arrastrando el deterioro hasta nuevas crisis.
Un año para hacer lo correcto
En general se acepta que en cualquier circunstancia 2015 no será un año positivo, pero debería ser de medidas positivas para la recuperación a partir de 2016. El cuadro general de Brasil no es desastroso, como los de Argentina o Venezuela, pero si es para preocuparse u ocuparse. El superávit fiscal, una de las vacunas esenciales contra la inflación, que en 2011 era de 3.2 por ciento, se reduce apenas a 0.3 por ciento en 2014, por lo que los precios crecieron((BID). Eso implica la reducción y racionalización del gasto público que podría amenazar las políticas sociales, si no se enfrentan los dispendios y la corrupción que son el verdadero problema. Rou-sseff tendrá que escoger entre ambas opciones.
Ambas cosas contienen conflictos que deberá manejar y negociar. Los expertos esperan que la presidenta logre ampliar el superávit a 1% en 2015 y 2% en 2016 y muchas de las suspicacias y desconfianzas que perviven hacia ella se desprenden de que tendrá que enfrentarse a su base de sustentación política, el PT, y muchos no lo creen posible. Además el ajuste fiscal implica alza de impuestos, reducción de gastos y control sobre el financiamiento de la banca pública, una de las fuentes principales de derroche y corrupción. El equipo económico predesignado efectivamente da confianza a los factores económicos y anunció que realizará un ajuste de los gastos fiscales, se enfrentará a la inflación y creará condiciones para la inversión extranjera.
@CarlosRaulHer