Un Presidente de la República, un presidente de los Estados Unidos de América, un país con una doble moral tan rígida, tan estricta, debe ser una suerte de asceta, debe ser una especie de persona tan fría y almidonada que quizás ni vida sexual ha de tener. A si se han mantenido todos los presidentes, hasta que por ejemplo, Bill Clinton salió con aquel escándalo de la Mónica Lewinsky, nada menos que en la oficina Oval. Raro ver por ejemplo, cuando Barack Obama en su noche inaugural baila tan acaramelado con tantas ganas aquella pieza con su esposa Michelle, ambos tan elegantes. Parecían una parejita de quinceañeros que, por supuesto, sacó de sus casillas a más de uno, como es que un presidente baila así.
Los presidentes, como decía, no tienen vida sexual. No se le imaginaba algo así a Ronald Reagan, mucho menos a Gerald Ford o digamos Jimmy Carter. Claro, mucho después nos enteramos que el señor John Fitzgerald Kennedy era un pícaro de lo último, que hasta la Marilyn Monroe estaba entre sus conquistas. Y en medio de esto, también descubrimos que Franklin Delano Roosevelt con toda y su enfermedad, sus secuelas del polio, pues también tuvo una vida muy agitada. El cine se ha ocupado de esto en varias oportunidades. Eleonor Roosevelt era una señora muy seria, muy importante, pero por lo visto no entraba en asuntos del corazón con Franklin Delano.
Habrán notado como cosa curiosa que he mencionado solo presidentes demócratas. ¿Será que los demócratas son más débiles a la hora de las tentaciones de la carne y los suspiros del corazón? Puede ser. Pero recién, para romper esto o más bien para hacer la excepción que confirma la regla, descubrimos que hay toda una correspondencia de alto vuelo erótico, firmada nada menos que por Warren Harding.
Harding fue presidente entre 1921-1923 y según muchos, incluyendo a Franklin Delano Roosevelt quizá fue el peor presidente en la historia de Estados Unidos. A él se le debe todo lo que terminaría dando la debacle de la economía norteamericana en la década de los años 20’, la época de la prohibición, en fin. Sin embargo, Harding, manteniendo siempre el rigor de la doble moral, tuvo su esposa. Pero antes de esta y durante esta, mantuvo una relación adultera con Carrie Fulton Phillips. Y a ella le escribió cartas que recién ahora pasan a ser de acceso al público.
“Amo la desenvoltura de tus muslos perfectos cuando me mantienen en el paraíso” Una frase sin duda de un buen amante aunque sea un mal Presidente de la República. Leo en la nota de la BBC:
“Amo la desenvoltura de tus muslos perfectos cuando me mantienen en el paraíso”.
Así comienza una carta, escrita en forma de poema, que en 1912 recibió una mujer estadounidense llamada Carrie Fulton Phillips.
“Si te tuviera hoy -continúa la declaración de amor, en una traducción libre del inglés- te besaría y acariciaría en mis brazos y te mantendría ahí hasta que dijeras ‘Warren, oh, Warren’ en una bendición llena de dicha”.
Además de un romántico empedernido, el remitente, Warren G Harding, era en ese entonces un político republicano de Ohio que estaba en camino de convertirse, entre 1921 y 1923, en el presidente número 29 de Estados Unidos.
Durante más de una década, antes de llegar a la Casa Blanca, Harding mantuvo un romance extramarital con Phillips que se nutrió de decenas de cartas y poemas profundamente íntimos y reveladores.
Según el diario The New York Times, que publicó algunos de los textos, se trata de la correspondencia “más sexualmente explícita que haya escrito un presidente de Estados Unidos”.
Preocupados porque pudieran afectar la reputación de la familia, los descendientes de Harding obtuvieron las cartas y donaron las casi mil páginas en 1964 a la Biblioteca del Congreso, en Washington, a cambio de que no fueran reveladas durante 50 años.
Este martes, 29 de julio, venció la fecha límite y la Biblioteca del Congreso abrió su caja fuerte para dar a conocer los originales por primera vez al público.
Carrie Fulton Phillips ¿quién era? Harding estaba casado, pues la Fulton Philips también, y estaba casada con uno de los mejores amigos de Hardign. Así que esto le da más picante al asunto.
“Querida, No manejo palabras suficientes para describir el alcalce de mi amor por ti: un amor loco, tierno, dedicado, ardiente, impaciente, apasionado, celoso, hambriento”, la carta publicada por The Washington Post.
La relación continuaría de manera intermitente hasta que Harding, senador entre 1915 y 1921, ganó la presidencia. Poco antes, Phillips había amenazado con revelar la correspondencia privada y, según The New York Times, tanto Harding como su partido trataron de silenciarla por las implicaciones de que se revelara el adulterio.
Eso porque en el contexto de esa doble moral norteamericana que hemos comentado, pues un adulterio es algo inaceptable, como si nadie en Estados Unidos hubiese cometido jamás el pecado. Así que nadie puede tirar la primera piedra o todos mejor dicho podrían hacerlo.
Y dice algo interesante acá:
Además, Phillips simpatizó con los alemanes en el contexto de la Primera Guerra Mundial, un hecho que podría haber comprometido al presidente.
Porque además dicen, ya se acusa, que hasta la señora Phillips pudo haber sido espía. Aunque eso ya pasa a ser otra historia de otro tenor.
Lo cierto es, que tras apenas dos años en el poder, Harding murió sorpresivamente en 1923. De allí el corto período en la presidencia que como dijimos al comienzo, fue tan mala, que de ahí solo se recuerda con beneplácito el tema de estas cartas de amor.