“FIESTAS DE NEGOCIOS”… LA NUEVA FORMA DE MORIR

Artículo publicado en www.newsweek.mx

Por: Carlos Flores

Morgue-de-Bello-Monte

Venezuela nunca había estado tan cerca del infierno.

Es una morena alta, delgada pero con buenas caderas… tacones altos, medias de malla… labios gruesos, rojos, tan rojos como si hubiera utilizado sangre en vez de lápiz labial para colorearlos.

 Algunas luces de colores bañan su anatomía —cubierta por poca ropa—, que se contonea al ritmo del tema de reguetón más popular de la semana. Es como una pantera que exuda morbo y vileza. Tendrá poco menos de 20 años. Senos operados… son enormes, casi del tamaño de su cráneo. Para muchas chicas de las barriadas venezolanas, tener senos de este calibre puede significar —incluso— el boleto de salida a una mejor vida, la solución a sus problemas… o al menos en eso colocan sus expectativas: estos senos grandes y duros como rocas lunares pueden atraer a cualquier viejo millonario… pero la realidad dista de ser tan fácil.

 La morena da media vuelta… sus enormes y graníticas nalgas están cubiertas por un diminuto short negro de lycra… sus muslos se tensan; no hay grasa, puro músculo… qué visión tan perturbada, tan porno, tan sexual… ¡Y ni siquiera es medianoche! El sonido es intenso; música tan decadente como todo lo que ocurre en esta fiesta… decadencia pura… edad media… ¿futuro? Aquí no existe. ¿Un país? ¿Una nación? Cualquier relación con el mundo “normal” fenece al traspasar las puertas que conectan con este rumbón… un hombre se acerca a la morena que sigue danzando y le susurra algo, justo ahí, en el lóbulo de la oreja. Ella sonríe, se saborea los labios, asiente con la cabeza y, tras tomarlo de una mano, desaparece con el afortunado individuo más allá del mesón donde ofrecen armas —desde revólveres calibre .22, pasando por municiones, fusiles rusos, granadas, hasta Uzis mini—, y antes de llegar al otro, donde venden todas las drogas peligrosas que un ser vivo no debería consumir… ¡Bienvenidos a la máxima de las celebraciones! Usted ha entrado a una “fiesta de negocios”… Caracas nunca había estado tan cerca del infierno. “Welcome to the Jungle, we got fun and games!”.

Todo es posible… no hay límites

Cada semana se repite la misma noticia en los medios de comunicación venezolanos: varios muertos y el doble de heridos en una “fiesta de negocios”. Hasta la fecha se contabilizan al menos 15 fallecidos a nivel nacional. Y más allá de la música y el sexo, lo que dejan estas reuniones son dolorosas estelas de sangre y luto. Familias desmembradas… pólvora y plomo… muerte en diferentes presentaciones… son noches de pecado, confusión y absoluta enajenación. Es tan digno del Valhala escandinavo; de algún grupo nómada que va recorriendo el planeta desatando destrucción y demencia, mientras corroe el núcleo de la decencia. Pero, sobre todo, hay negocios: compra-venta de armas y drogas.

 Durante el año pasado se escuchó el primer rumor que llegó duro y fuerte: en algunos barrios se habían organizado fiestas donde todo lo que estuviera fuera de la ley era permitido. Campanadas sonaron y siguieron sonando. Se estaban prendiendo las alarmas que indicaban, a las autoridades de seguridad, que algo muy malo estaba a punto de florecer en el valle de Caracas (y en el Valle del Mal también). Pero en Venezuela es, tristemente, usual que cada fin de semana se presenten decenas de cadáveres, muchos de ellos fallecidos tras salir de alguna fiesta en la madrugada. “Lo mataron al salir de una celebración”, con títulos así aparecen ilustradas las páginas de sucesos en los diarios de La República Bolivariana de Venezuela.

 No pocas veces saltaba la incógnita: ¿a qué tipo de fiesta asiste esta gente?, ¿qué hacen ahí?… Pues ya el misterio se desvaneció, tal vez demasiado tarde. Tal vez se ha convertido en una subcultura del deprave que ya sacó los clavos que sostenían la poca cordura que hilvanaba el raciocinio en estas barriadas. Tal vez ya se chamuscó el último circuito de la moral y la humanidad, al menos en muchas zonas humildes de Caracas se disipó como la estela de humo que deja un ferrocarril. Sea lo que sea que esté pasando, es triste. Es peligroso y no parece detenerse. ¿Qué tan provocativo puede ser un lugar donde se mezclen criminales, prostitutas, expresidiarios, traficantes, vendedores de armas y gente con los cerebros repletos de ideas sumamente perniciosas y todos y cada uno de ellos tengan carta blanca para hacer lo que se les antoje, al ritmo de música de moda y sin uniformados que les estorben? Eso, en dos platos, es una fiesta de negocios o como también las llaman algunos, “el cielo”.

 Pero en detalle todo se desarrolla de la misma manera, semana a semana la técnica de montaje y promoción de estas fiestas es idéntica: desde mitad de semana el barrio que monta la fiesta está repleto de afiches, volantes indicativos del evento. Colores estruendosos: “Gran Rumba de Negocios”, dice uno de estos pósteres en Petare. Se menciona la presencias de varios dj’s, show de luces láser, desnudistas “calientes y sin censura”. La entrada cuesta 300 bolívares y las venderán en la puerta. La locación será en el callejón (una calle ciega) de uno de los más de 1300 barrios superpeligrosos que conforman el municipio Sucre de la capital venezolana. Lugar tan peligroso como la mordida de una serpiente cascabel.

 Ahora, con el barrio y sus alrededores llenos de panfletos que anuncian un bacanal total, uno podría pensar que semejante orgía pública sería fácil de evitar dado que las autoridades competentes claramente saben dónde se realizará la fiesta. Es decir, no es una fiesta a escondidas… ¡le hacen publicidad!, ¡hay afiches en las calles, en las paredes, en los semáforos! Ese día debería llegar un contingente de la Guardia Nacional Bolivariana y hacer de las suyas… ¿cierto? No. ¡Falso!

 A pesar de los anuncios, cuando llega el día sábado y los organizadores (jefes de bandas criminales) dedican su día a organizar la logística para la fiesta, ni un solo policía se asoma… ni una patrulla… ni una moto… nadie. Y en medio de este panorama lleno de calma, los organizadores arman un estudio de sonido, luces, baños portátiles, kioscos que expenden comida, alcohol… una gran organización: hay mesones largos donde el visitante puede escoger y comprar su droga favorita: cocaína, mariguana, ácido, éxtasis, crack y otras clases de sustancias menos convencionales. Luego se levanta un estante de exhibidores donde colocan diferentes armas; cortas, largas, de mano, deportivas, de guerra, granadas… Todas a la venta. Todas a buen precio. Y así va desacelerando el movimiento. Logística lista. Es solo cuestión de esperar… una hora después llegan las chicas… muchas, cada una más deleitosa que la anterior. De todas las edades, jóvenes y maduras. Todas con una tarifa no negociable. Cuando muere la iluminación solar se prende el sistema de luces estroboscópicas… hay reflejos multicolores en el Oeste caraqueño. El cielo se tiñe de rojo y blanco y la música suena tan fuerte que golpea el corazón de los que ya están haciendo acto de presencia a esta nueva tradición maldita latina: 300 bolívares por persona y en este callejón usted podrá comprar drogas, armas, sexo y licor… todo eso y hasta matar o morir, porque esas dos opciones también están permitidas en las “fiestas de negocios”.

 Para cuando cae la noche el alboroto está en todo su esplendor. Hay gente haciendo fila para entrar, aunque el interior está a reventar. Aquí hay vecinos de la zona y visitantes de otras. Baile, humo de cigarrillos y mariguana. Carcajadas y no pocas miradas peligrosas. Se puede ver a muchos jóvenes deambulando con pistolas en las manos: las muestran, las comparan; se negocian. Y es una noche fresca, cielo despejado. Aquí todo es “felicidad”… al menos en la superficie. Bajo cuerda se manejan todo tipo de actividades. Hay miembros de bandas delictivas. Se nota el movimiento en la mesa donde están las armas. Fajos de billetes son entregados de mano en mano. Lo mismo ocurre con cantidades de droga.

 Esta es la Venezuela que no cree en chavismo ni en oposición. Esta es la consecuencia de tantos gobiernos malos. De promesas incumplidas. Esta realidad, dura e implacable, es la que nadie quiere admitir… con esta gente no hay votos, campañas electorales ni discursos en TV. Estos compatriotas quieren sexo, drogas, reguetón y violencia. Y eso es lo que obtienen.

 Lo que ocurre más tarde, en algún momento de la madrugada, no es sorpresa. Era lo esperado… el show mayor… la muerte en persona.

 Se escucha el ruido de motores. Varias motos se acercan a la entrada del callejón donde se realiza la fiesta y lo próximo que ocurre es tan violento como rápido. En un flash se escuchan disparos, la gente corre, tratando de escapar y, en medio del tumulto, saltan a la vista armas de fuego accionadas por gente que estaba dentro de la fiesta y por los motorizados que recién llegaron. Es otro enfrentamiento de bandas. Aquí todos son malos. ¿Motivos? Todos o ninguno. Pero la sangre comienza a correr. Heridos. Muertos. Cuerpos que colapsan y caen desplomados, inertes. Ya no hay felicidad ni alegría. El “cielo” es infierno.

 Y así, en medio de este pequeño Vietnam, se espera a que lleguen las autoridades… pero no llegan…

 Momentos más tarde la música se detiene. También los disparos. Cuatro fallecieron. Veinte heridos. Otra fiesta que se acabó… la reunión continuará en la morgue de Bello Monte, otro lugar conocido por más caraqueños de los que se quisiera.

Funcionarios al tanto

En una entrevista concedida al diario El Universal de Venezuela, el subdirector de la Policía del municipio Sucre, Williams Contreras, declaró que las “fiestas de negocios son organizadas por líderes de bandas organizadas de los sectores populares y las hacen para recabar dinero”, informó. “Los fondos reunidos se invierten en la compra de armamento y droga para su comercialización. “Para la cristalización de estos eventos se organiza toda una logística y aquellos que venden bebidas, comida y estupefacientes en la fiesta deben cancelarle a quienes la planifican, una vacuna por el derecho de venta en el lugar. A los asistentes se les cobra entrada y en algunos casos pagan alquiler por el uso de baños portátiles que instalan”.

 Otro dato que aportó es que cada fin de semana se organizan, solo en el municipio Sucre, hasta 20 fiestas de este tipo.

 Según publicó la periodista Natalia Matamoros en el diario El Universal, Williams Contreras manifestó que aun cuando existe una ordenanza que prohíbe la realización de eventos que atenten contra las normas de convivencia ciudadana y el orden público, se ha convertido en una tarea titánica controlarlos.

 “No podemos estar en todas las barriadas de Petare. Los funcionarios no se dan abasto para pernoctar en los más de 1300 barrios que integran el municipio Sucre. Además, nuestros efectivos no tienen competencia en materia de orden público, sino la Policía Nacional y la Guardia.

 Mientras tanto, el comisario Argenis Guillén asegura que los “pranes” (jefes de las cárceles) están vinculados a muchas de estas fiestas que son muy similares a las que se organizan dentro de varias prisiones venezolanas, donde incluso se presentan artistas internacionales. “Se escogen zonas donde la Policía no tiene acceso porque son intrincadas y están azotadas por las bandas. Se seleccionan calles amplias para el montaje de los festejos”, comentó Guillén a El Universal.

 Pero llama la atención que los funcionarios del Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas (CICPC) siempre llegan tarde… sin importar que cada fiesta genere tanto ruido que es escuchado a varias cuadras a la redonda. Cuando llegan los uniformados, ya la gente está muerta.

El alcalde lo prohíbe

 A finales del año 2013, el alcalde del municipio Sucre, Carlos Ocariz, ratificó la prohibición de realizar fiestas públicas en cualquier zona de la jurisdicción sin la previa autorización de la Alcaldía e hizo un llamado a la comunidad para que denuncien ante las autoridades de la Policía de Sucre todo evento que altere el orden y la convivencia ciudadana y no se repitan los lamentables hechos ocurridos en diversos sectores.

 “Hoy queremos recordar el decreto que sacamos el 1 de febrero de 2011, con el cual se prohíbe cualquier tipo de fiesta pública en cualquier parte del municipio Sucre sin la autorización de la Alcaldía. La fiesta del fin de semana realizada en La Parrilla, fue una fiesta ilegal que no tenía el aval de la Alcaldía. Por eso queremos hacer un llamado a los vecinos para que denuncien ante Polisucre, nuestra policía municipal, este tipo de fiestas ilegales y todo acto que atente contra la sana convivencia en sus comunidades. La denuncia nos permitirá a todos evitar problemas como los ocurridos el pasado sábado en horas de la madrugada donde lamentablemente dos personas fueron ajusticiadas y siete personas resultaron heridas producto de las muchas botellas que fueron lanzadas”.

Ocariz explicó que en los últimos años, gracias a la actuación de Polisucre, han impedido cientos de fiestas porque saben que detrás de ellas se desata la violencia.

 “Todo esto ocurrió en una semana donde teníamos cero homicidios en el municipio de Sucre. No se había registrado ningún homicidio en los primeros cinco días de esa semana. Hemos hecho un esfuerzo importante en materia de seguridad y por eso tenemos estas importantes disminuciones en las cifras delictivas. Los índices de homicidios en el municipio durante la semana pasada se mantenían en cero hasta que ocurrió este lamentable hecho”.

 Explicó que ahora a este tipo de fiestas les cambiaron el nombre de matiné por el de “negocios”.

 “Vemos con preocupación como le cambiaron el nombre a este tipo de fiestas para intentar justificar su realización. En todos estos años logramos la ausencia de estas fiestas, y ahora vemos con preocupación cómo le cambiaron el nombre, ahora se llaman fiestas de negocios. Bueno, les queremos decir a todos que estas fiestas quedan prohibidas. La mejor manera de erradicar estos espacios que generan violencia es trabajando en conjunto, logrando que los vecinos colaboren denunciando estos eventos desde el mismo momento de su preparación para evitar que estas se realicen, y de esta manera poder impedir más hechos violentos”.

 Ocariz recordó que la única manera para que puedan realizarse fiestas públicas es si se cuenta con los permisos de la Dirección de Rentas de la Alcaldía y Polisucre.

“El proceso para realizar una fiesta pública es que quienes quieran hacerla se dirijan a la Dirección de Rentas de la Alcaldía para solicitar el permiso, ellos hacen la aprobación con la Policía municipal y los organizadores tienen que pagar unos tributos. Si no cuentan con estos permisos, las fiestas son ilegales. Por ello ponemos a la orden de toda la comunidad los teléfonos de la Policía de Sucre. Este tipo de fiestas pararon por un tiempo después de que sacamos el Decreto de Prohibición. Queremos evitar que estas fiestas, que ahora están resurgiendo, se realicen. Queremos evitar nuevas tragedias aquí en nuestro municipio”.

http://www.newsweek.mx/index.php/articulo/10645#.U9b2goF5PfK

 

 

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