En 1962, cuando estaba en uno de sus picos más altos la Guerra Fría (recordarán es el año, por ejemplo, de la crisis de los misiles en Cuba), se estrena la película “El Candidato de Manchuria”. Fue dirigida por el brillante John Frankenheimer, según el guión de Richard Condon y protagonizada por Laurence Harvey, quien era el candidato en cuestión, Janet Leigh y nada menos que Frank Sinatra.
¿De qué trataba El Candidato de Manchuria? Están en plena guerra de Corea. Un pelotón de soldados norteamericanos cae prisionero del ejército comunista. Y, luego de un buen tiempo, estos prisioneros de guerra logran ser liberados. Uno de ellos, el candidato en cuestión, el personaje de Harvey, empieza a destacarse en la política norteamericana. Resulta que en ese tiempo en prisión se le practicó algo que, verdad o no, estuvo muy en boga en los tiempos de la Guerra Fría: el famoso lavado de cerebro. Es decir, convencerlo de algo, inocularle -para utilizar un verbo en boga en estos días-, ideas muy particulares y convertirlo en una suerte de autómata comunista. Nada mejor, entonces, que tener en la cuna del Imperio -para seguir utilizando el lenguaje actual- a una suerte de gran infiltrado que va actuar, por supuesto, a favor del comunismo.
Me viene a la memoria esta película, luego de haber leído el editorial de hoy de El Nacional, a propósito del viaje de Maduro a La Habana. Ya ayer lo comentábamos: sin tener apenas una semana de juramentado, decidió ir a La Habana a entregar nada menos que dos mil millones de dólares, firmar 51 acuerdos y, de paso, recibir alguna orientación (según la especulación del ABC de Madrid, después de reunirse cinco horas con Fidel y Raúl, minutos después, en Caracas, Tibisay Lucena informaba que la auditoría no se podía realizar como la quería la oposición).
Pero vayamos al Editorial de El Nacional:
No es cualquier éxito el que se anotó la diplomacia cubana. Pocos países en la historia lograron trabajar tanto con un individuo hasta ponerlo a las alturas del poder del país más codiciado del Caribe y cuya forma y sustancia se resume en petróleo y en divisas. Su mentor, el comandante presidente, se enamoró de Cuba y de Fidel. Sin embargo, los hermanos hacía tiempo que habían conquistado el corazón de quien hoy ostenta la primera magistratura en Venezuela.
Jugada maestra de la diplomacia cubana. Ni con los partidos comunistas, guerras, guerrillas, infiltrados y atentados durante tantos años lograron en el mundo un éxito estratégico de esta naturaleza. Cuba le puso la mano a la joya de la corona de América Latina. Una cosa es impulsar una revolución y otra muy diferente es que se haga lo que ellos ordenan. En esa nueva etapa de sumisión nos encontramos.
De allí, pues, la referencia a “El Candidato de Manchuria”.
Más abajo, en la Mancheta de hoy, El Nacional dice: El General Rivero va preso por no ser admirador de Raúl y Fidel Castro.
El General Rivero, recordémoslo, y eso lo reseñan varios diarios, entre ellos Tal Cual, es el que más ha cuestionado, acusado, denunciado, la presencia de militares cubanos dentro de nuestras Fuerzas Armadas.
No está de más que vea usted El Candidato de Manchuria, identificará mucho de lo que hoy estamos viviendo en esta absurda pesadilla.